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El juego de los cinco espíritus animales

Tortuga del Río Magdalena (Podocnemis lewyana): La Guardiana Lenta del Gran Río

En las aguas tibias del río Magdalena, el corazón fluvial de Colombia, habita una de las especies más antiguas y en peligro: la tortuga del Magdalena (Podocnemis lewyana), endémica del país y única en el mundo.

Minicuento:

En aguas dulces va la tortuguita,

con hoja en boca, feliz y bendita.

No solo come, también siembra amor,

dejando semillas a su alrededor.

Las plantas crecen tras su trajinar,

y el río canta al verla pasar.

Es vieja y sabia, vive en el son

de quien escucha con el corazón.

Ella nos cuenta con toda razón:
“¡También es sabia la contemplación!”

 

Va lenta, tranquila, sin apuro o tropiezo,
con su caparazón que es protección y no peso.
Camina despacio, pero no por flojera,
sino porque escucha la voz de la espera.
Recuerda caminos que el río le enseñó sin más,
y convive con otros, sin conflicto, siempre en paz.
Ella nos cuenta con toda razón:
“¡También es sabia la contemplación!”

🧬 Identidad biológica

La Podocnemis lewyana pertenece a la familia Podocnemididae, un linaje de tortugas de agua dulce que ha habitado Sudamérica desde hace millones de años. Se distingue por su caparazón aplanado, su cabeza alargada con manchas claras y por alcanzar hasta 40 cm de longitud en la edad adulta. Vive en ecosistemas de humedales, ciénagas y grandes ríos, siendo especialmente dependiente de los ciclos del Magdalena.

🔄 Comportamiento y ciclo de vida

Esta tortuga es un modelo de paciencia evolutiva. Con movimientos lentos pero precisos, este relicto de los tiempos remotos cumple un papel silencioso y vital en el equilibrio de su hogar acuático. Su dieta, basada en hojas y frutos de plantas ribereñas, no solo la sustenta, sino que convierte a la tortuga en una guardiana invisible de los ríos y ciénagas. Al mordisquear la vegetación, frena su crecimiento desmedido, evitando que las aguas se asfixien bajo un manto verde, y así mantiene el pulso claro y vivo del ecosistema, no solo del Magdalena.  

Pero su labor no termina ahí. Cada fruto que consume lleva en sí la promesa de un bosque futuro. Las semillas, viajeras inadvertidas, son liberadas en las corrientes o depositadas en las orillas, donde germinarán con el tiempo. Así, con su simple existir, la tortuga del Magdalena teje una red de vida: sus hábitos alimenticios fortalecen las riberas, dan refugio a otras especies y enriquecen la biodiversidad, aportando a la prosperidad.  

Durante la temporada seca, las hembras emergen de las aguas para anidar en las playas arenosas, donde entierran sus huevos lejos de los depredadores. La temperatura del nido determina el sexo de las crías: un fenómeno asombroso que la conecta profundamente con los ritmos de la Tierra.

⚠️ Especie en peligro crítico

Sin embargo, este ciclo milenario pende de un hilo. Esta maravillosa tortuga, declarada en peligro crítico de extinción por la UICN, sufre por:

  • La caza indiscriminada de adultos y recolección de huevos.
  • La contaminación de ríos con mercurio y residuos tóxicos.
  • La construcción de represas que alteran los flujos del agua.
  • La pérdida de zonas de anidación por erosión o intervención humana.

La sobreexplotación, la contaminación y la pérdida de su hábitat amenazan con acallar su papel en la sinfonía del Magdalena. Si desaparece, no solo se perderá una especie única, sino un eslabón esencial en la cadena que sostiene la salud de todo un mundo acuático. Su supervivencia es, en el fondo, la supervivencia del río mismo. Su desaparición significaría un vacío ecológico irremplazable y la ruptura de miles de años de equilibrio en los ecosistemas fluviales de Colombia.

Cuento:

🐢 La Tortuga del Gran Magdalena

En el río que canta y nunca se enoja,
vive una tortuga con casa en la hoja.
No corre, no grita, camina sin prisa,
lleva en el lomo su hogar… ¡y su risa!

 

Le dicen abuela, le dicen señora,
porque es tan sabia como la aurora.
Mira despacio, escucha callada,
y cuando te encuentra… ¡te abraza encantada!

 

Un día el caimán, con voz muy gruñona,
le dijo en la orilla: “¡Apúrate, mona!
¡Eres muy lenta! ¡No sirves pa’ nada!”
Y ella sonrió… muy enamorada.

 

—”Caimán”, le susurra, “yo ando despacito,
pero mi paso es firme y bonito.
Yo escucho a las piedras, converso con el río,
y nunca lastimo ni a flor ni rocío.”

 

“Camino con todos, sin dejar a ninguno,
y si alguien se cae, le tiendo el capullo.
No corro por miedo ni por competencia,
yo cuido la vida, yo abrazo la esencia.”

 

El caimán la miró… y quedó pensativo.
Tal vez esa calma tenía algún motivo.
Desde aquel día, en vez de empujar,
empezó a sentarse… ¡y a escuchar!

 

Y así la tortuga del Magdalena,
con paso tierno y mirada serena,
nos enseña que ir más despacio es sentir, es conectar… es permitir que el alma de un abrazo de forma genial.

🌱 Mensaje del cuento:

Como dice la sabia tortuga:

“💖 No hay prisa en el corazón sincero,

late despacio, pero llega primero.

Ayudar no es peso, es lazo que une,

como río sereno que siempre fluye 🌊.

Escuchar con el alma es sembrar sin ruido,

y ver cómo florece lo que parecía perdido 🌷.

No corras por miedo, ni por obligación,

camina en ternura, abraza la conexión 🤝.

✨ Porque en cada gesto sin condición,

se enciende la luz de una nueva emoción.